Torres Turismo

Ruta Cultural

Ruta Cultural

Además de ‘La Puente’, la Casa-Palacio del Mayordomo y la Iglesia Parroquial de Santo Domingo de Guzmán (ver Ruta Valdelvira), el encanto patrimonial del municipio de Torres cuenta con muchos más atractivos que permiten que el visitante que se entrega al recorrido por sus calles encuentre múltiples sorpresas que le envuelven.

Las primeras manifestaciones artísticas de la humanidad en Torres también han dejado su sello en la localidad, como por ejemplo las pinturas paleolíticas de la Cueva del Morrón, que se encuentran en el camino que sale de la población hacia el cortijo del Trisla. Por otro lado, al centrarnos en el casco urbano del municipio en sí, se aprecian no sólo construcciones de tipo monumental, sino que su entramado urbanístico está sembrado de evocadores rincones, que aparecen entre sus callejuelas, plagadas de escalonadas y encaladas casas. Uno de los elementos principales de ese particular urbanismo de Torres es sin duda la Rambla de San Gil, que con su serpeante silueta atraviesa el casco urbano; es el recuerdo más claro de la peor tormenta que han conocido los vecinos de Torres, a mediados del siglo XIX.

Aunque si hay otro elemento significativo y querido para los vecinos es el Reloj de la Muralla. Fue en 1933 cuando se acordó que el municipio debería tener un reloj que además de regular la hora oficial, prestara un servicio a los ciudadanos. En Torres este elemento ocupa un lugar muy especial y diferente a lo acostumbrado, puesto que se situó en los restos de la muralla medieval. Desde allí, en lo alto, accesible a la vista de cualquier vecino, ha visto pasar el devenir del municipio en las últimas décadas.

Alejándonos un poco del centro del casco urbano, otra de las particularidades del municipio son sus casas-cueva, hábitat doméstico que hasta el siglo XX estuvo reservado para los vecinos más humildes y que curiosamente, hoy representan un singular reclamo turístico. María José Sánchez Lozano destaca en el libro ´Torres su historia‘ que en su origen, posiblemente más que por un origen de miseria, fueron ocupadas para combatir los bruscos contrastes del clima. Eran viviendas donde la funcionalidad estaba asegurada y donde las necesidades de espacio con la llegada de nuevos miembros a la familia se resolvían picando piedra. En total, quedan en la localidad unas cincuenta en estado original, ubicadas en la parte alta del pueblo, y conservan su sabor tradicional.

Continuando por este paseo por Torres, hay que hacer parada obligada en la Plaza de España. Fue el primer espacio que se formó extramuros, una vez que el peligro por la cercanía del Reino de Granada había pasado a la historia y se decidió construir en lugares abiertos fuera del circuito amurallado. Allí se levantaron la Carnicería, el Ayuntamiento y el Pósito.

Desde la Plaza de España, y camino de la calle Corredera, el visitante se encuentra con un elemento arquitectónico que estaba emplazado desde el siglo XIX en el mismo lugar que ahora, pero que fue reducido a escombros en torno al año 1965. Se trata del ´Arco de la Plaza´, recuperado en mayo de 2012, tiene una altura de 8,55 metros y un ancho de 4,5 metros, ajustándose así a las medidas de la construcción original.

Son igualmente dignas de mención las casas de Eduardo Ortega y de M. Hervás López. La primera conserva una portada en piedra con dintel entre pilastras, mientras que la segunda fue construida a principios del siglo XX, presentando una fachada en la que la alternancia de piedra y ladrillo, junto con la simetría de sus numerosos vanos, le confiere una belleza muy especial.

Mención especial merece la conocida como Ermita del Santo. Como otros lugares de la comarca, San Sebastián fue conocido como ´El Santo´. Tuvo su propia ermita desde el siglo XVI, al final de la calle Corredera. En el mismo solar, en el siglo XX, fue levantada la actual iglesia, que tomó su denominación. Se trata de una construcción de piedra que presenta una única nave. A los pies se ubica el coro y sobre unas gradas, el presbiterio. El exterior está enfoscado y sólo puede apreciarse la piedra en las esquinas de la fachada principal y en la portada. Presenta ésta un arco de medio punto y sobre él se abre un óculo que ilumina el interior. Entre el patrimonio mueble del edificio destaca un lienzo del siglo XVIII con un Ecce Homo pintado al óleo; otro, del XVIII, con el tema de la Divina Pastora; y un Crucificado del siglo XX, tallado en madera.

Éstas son sólo unas pinceladas que permiten intuir la belleza de este municipio. Por eso el visitante no puede abandonar esta localidad sin perderse entre sus calles, callejuelas y callejones, apreciar como se ha ido esculpiendo a lo largo de los siglos y percibir esa especial atmósfera que se respira mientras se recorre cada rincón.

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